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¿Quién le pone el cascabel al gato de la educación en España?

Cómo dar la vuelta a la losa de la mediocridad educativa

Alejandro Serrano

Cada vez que en España accede al gobierno un partido distinto, la crujía del sistema educativo tiembla temerosa, anticipando un nuevo vendaval de renovación de contenidos y métodos. La razón es la nula eficacia de las reformas emprendidas en las dos últimas décadas, que nos han relegado a posiciones sonrojantes en los recientes “informes Pisa” en materia educativa. A la vista de los resultados, averiguar cuáles son las causas de esta situación puede parecer sumamente complicado, especialmente porque es difícil obtener conclusiones terminantes a partir de los experimentos naturales llevados a cabo, todos ellos estériles hasta la fecha.

A pesar de esta aparente dificultad, una opción al alcance de cualquiera  es echar un vistazo a las conclusiones del informe Pisa 2009, por un lado, y de un excelente estudio publicado por la prestigiosa consultora McKinsey en el año 2007, por otro. La atenta  lectura de este último suscita la pregunta de para qué inventar cuando es posible copiar lo que otros han hecho bien. El informe explica a las claras cuáles son las variables que tienen mayor impacto en la calidad de los alumnos. Curiosamente, la más importante de éstas no es ni el país de origen de los alumnos, ni el nivel económico del país, ni el salario de sus profesores, ni los contenidos impartidos, ni el número de alumnos o de i-pads por clase. Es, sencillamente, la calidad del profesor. Y es que…

La calidad de los alumnos nunca podrá superar a la de los profesores que les imparten clase

Podríamos colegir de esta reflexión que la educación sigue siendo una actividad artesanal a pesar de todos los avances técnicos habidos, donde la excelencia de los “artesanos” (los profesores)  es la clave fundamental para obtener “productos” (alumnos formados) de alta calidad.

Correlación de las puntuaciones obtenidas con el PIB, dinero invertido en educación y otros

Fuente: Informe Pisa 2009

De acuerdo con el estudio, esta hipótesis parece estar suficientemente contrastada en el mundo. Países como Finlandia, Corea del Sur o Singapur, los primeros en el ranking, tienen un sistema en marcha para conseguir que los profesores sean “maestros” y no se queden en meros “aprendices”. La receta es relativamente sencilla: un graduado que quiere acceder al mundo académico debe pasar por un programa de entrenamiento para profesores. Este programa tiene dos características muy interesantes: 1) sólo un 20% de los solicitantes consigue pasar las pruebas para acceder al programa, ya que hay un duro filtro de entrada que evalúa las cualidades deseables en un buen profesor: habilidades lingüísticas, numéricas y sociales, actitud positiva hacia el aprendizaje en general y motivación para enseñar;  2) durante el programa, el candidato a profesor cobra una cierta cantidad de dinero del estado. De este modo se consigue que los buenos graduados tengan suficientes incentivos para comenzar una carrera docente si tienen cierta vocación para ello, lo que ayuda a subir el caché de la profesión en la sociedad, creándose así un círculo virtuoso.

Además de este nexo común, los países que lideran el ranking de Pisa tienen comparten asimismo las siguientes características: 1) fomentan el aprendizaje de capacidades y métodos pedagógicos: se fomenta el uso de mentores, los cursos de formación de formadores, el aprendizaje entre profesores; 2) se preocupan por el desarrollo de todos los estudiantes, los de altas, medias y bajas capacidades; y 3) tienen mecanismos para prescindir de los profesores cuyo desempeño es mediocre, usando revisiones periódicas tras la contratación.

Algunos mitos

  • No es cierto que los profesores de los países con mejor puntuación perciban mayores salarios. De hecho, éstos están en la media de la OCDE.
  • Tampoco parece cierto que tener menos alumnos por clase tenga un impacto grande en la calidad de la educación. En Corea de Sur, la media es de treinta alumnos por clase, mientras que en la OCDE es de sólo diecisiete.
  • En cuanto a la distinción entre centros públicos y privados, según el informe Pisa 2009, los privados arrojan mejores resultados, aunque eliminando los factores socioeconómicos, las diferencias desaparecen.

¿Y en España?

En el último informe Pisa (2009), España está, en las ocho categorías evaluadas, significativamente por debajo (estadísticamente hablando) de la media de los 65 países de la OCDE evaluados.[1] Esta puntuación se puede calificar claramente como deficiente por un lado, dada su magnitud en comparación con el resto de países y de preocupante por otro, dada la tendencia decreciente exhibida en los últimos informes en matemáticas, ciencias y especialmente en lectura (10 puntos menos en los últimos nueve años).

Para dar la vuelta a esta situación en España, sería ineficaz cambiar de nuevo los contenidos a impartir o los métodos a seguir o malgastar dinero en distribuir tabletas o pizarras digitales sin más. A la vista de las recomendaciones de estos dos estudios, la  solución pasa por replicar en nuestro país las directrices apuntadas más arriba, cambiando el porceso más que los métodos o los productos, para atraer el talento hacia la labor educativa y devolver a la figura de profesor el estatus social y la libertad para formar que nunca debió perder.

La buena noticia es que, a la vista de lo que han hecho algunos países, se puede mejorar, incluso en unos pocos años. El área de Boston en Estados Unidos y el Reino Unido son buenos ejemplos recientes. Unamos este hecho a que hay una receta fiable para la mejora no necesariamente cara ni excesivamente complicada, y tendremos un plan de acción con visos de funcionar relativamente bien. ¿Quién le pone el cascabel al gato?

Bibliografía

Michael Barber, Mona Mourshed. 2007. How the world best-performing school systems come out on top. McKinsey.

Eric A. Hanushek.  1998. The Evidence on Class Size. W. Allen Wallis Institute of Political Economy University of Rochester.

Informe Pisa. 2009.


[1] El ranking del informe Pisa 2009 por países: http://www.pisa.oecd.org/dataoecd/54/12/46643496.pdf

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Moveable Barriers

Alejandro Serrano MIT / SC Frontiers. #42 | US

Supply Chain and Finance are usually seen as separate and conflicting disciplines. In a retailing or manufacturing company, key performance indicators (KPIs) are typically set by the COO to maintain high customer service levels by keeping inventories high. At the same time, the CFO pushes supply chain management to reduce inventory as much as possible to avoid the financial burden imposed by working capital requirements. As a result, supply chain and financial incentives become misaligned, and efforts to arrive at a compromise can be extremely frustrating for both disciplines. However, as a recent consulting engagement at a well-known multinational company underlines, it is possible to bridge this divide.

There are many examples of how supply chain and financial interests can diverge in companies. In turbulent times, for instance, finance may have stronger reasons and incentives to free up cash by reducing inventories. But in prosperous times, supply chain may advocate the need for on-time deliveries even though such a strategy elevates inventory volumes.

In recent years many companies have tried to become more efficient on a global rather than a local level by developing a more holistic view of their operations. However, even if a consensus is reached on what the efficiency goals should be, some crucial questions often remain, such as: What is the best method for assessing the appropriateness of an investment? Issues like these bring supply chain and finance into conflict again. Finance may firmly believe that supply chain’s evaluations of investments are incomplete because they miss a portion of the picture.

A specific example of this source of disagreement is the economic order quantity (EOQ) formula, which is commonly used in business to calculate order quantities. Any analyst in a financial department will tell you that the EOQ formula is really a surrogate for the right approach to determining order quantities. Finance specialists argue that the formula minimizes cost functions, whereas the correct approach is to maximize shareholder value by, for example, discounting expected cash flows at the appropriate cost of capital. This approach tends to overwhelm supply chain people, allowing finance to take a leadership position in such projects. Moreover, it is likely that the CEO will support the more involved methodology favored by the finance department.

Still, finance and supply chain can find common ground even in situations such as the one described above. Here is an example drawn from a recent consulting project at a multinational company of how the two sides can come together.

Three people from different departments in the company proposed distinct approaches to solving a manufacturing problem: defining the production batch size. The supply chain folks proposed using the EOQ formula. Project management wanted to calculate the batch size so as to maximize the net present value (NPV) of the resulting incremental cash flows. Finance offered a third approach: choosing the batch size that maximized the discounted economic value added (EVA), as was customarily done in the company. These approaches led to three different solutions, and it was impossible for the three departments to reach a consensus on which batch size to choose.

The consultant was asked to find the right method to use and to outline what assumptions, if any, would invalidate the other approaches. The initial assumption was that the EOQ formula could not give the right solution to maximize value, because it does not discount cash flows; it just minimizes some cost function. However, working through the calculations produced a surprising result: all three approaches yielded exactly the same solution. How can this be possible given the differences between minimizing cost and maximizing value already outlined? This is mainly due to the fact that the EOQ formula does indeed discount cash flows. The technical details are too complex to detail in this article. But in broad terms, the EOQ formula contains the inventory holding cost, a part of which is a financial cost, which coincides with the discount rate in any NPV approach.

The result immediately removed the misalignment between supply chain and finance. Although this is just one example, it sheds light on how barriers between departments can be removed by delving into the reasons for these divisions. The project should encourage managers to take a holistic view of their firms when making decisions and encourage researchers to keep working on ways to align the interests of finance and supply chain.

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