¿Qué importancia le da tu empresa a tu formación como trabajador?


En mis conversaciones con directivos de un buen número de empresas he observado tres actitudes principales, en proporciones similares, con respecto a la formación de los mandos intermedios:

1. Empresas que apuestan decididamente por la formación: se interesan por los contenidos de la misma, buscan a los candidatos más idóneos, los animan para que se interesen por la actividad formativa, les facilitan cambios de horario si es preciso y cubren un porcentaje, a veces importante, del coste de ésta. Consideran el tiempo y el dinero dedicados a la formación una inversión para la empresa y un premio para el empleado, que ve cómo la empresa apuesta por él pensando en el futuro.

2. Empresas neutras con respecto a la formación: no promueven la participación de sus empleados en las actividades formativas, pero tampoco se oponen a las mismas, siempre y cuando el empleado cumpla con sus horas de trabajo. La decisión de participar corresponde enteramente al interesado, quien además costea completamente el importe de la matrícula de la actividad formativa.

3. Empresas que dificultan la formación de sus trabajadores: a pesar de no admitirlo, ponen trabas de facto para que sus empleados se formen, arguyendo que no pueden prescindir de los mismos  durante el tiempo que dura la formación, “que los clientes no pueden esperar” y otras excusas por el estilo. Consideran que el tiempo de formación no es tiempo invertido sino malgastado, ya que–opinan–no va a aportar ningún valor a la empresa. En ocasiones, niegan explícitamente el permiso a sus empleados para formarse. En algún caso, he tenido la sensación de que el “jefe” teme que su colaborador aprenda “demasiado” y bien se marche a otra empresa o progrese en la propia empresa a costa del citado jefe.

Haciendo un poco de autocrítica quizá se puede inferir que no apostar por la formación sea fruto del nivel mediocre de la misma en algunos casos. Sin embargo, en otros muchos, las decisiones se toman a sabiendas de que el producto formativo es de suficiente calidad para el empleado.

Negando el acceso a formarse a un trabajador, una empresa del último grupo manda un mensaje claro al resto de empleados: lo importante es la empresa y el corto plazo, no tanto sus trabajadores y lo que pueden aportar a la misma en el futuro. Estas empresas cercenan la posibilidad de desarrollo de los profesionales con talento y ganas de aprender, que, si son coherentes, terminarán por marcharse a trabajar a otro lugar. A la larga, sólo se quedarán los conformistas, los “cortos de miras” o quienes no tienen otras alternativas profesionales. Parece una receta segura para el fracaso en el largo plazo.

Hecha esta reflexión, cabe que cada cual se pregunte por el tipo de empresa para la que trabaja y saque sus propias conclusiones.

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