Zaragoza, ciudad de semáforos


Desde hace algunos años, percibo una sensación generalizada entre mis conciudadanos y los muchos visitantes con los que converso de que el número de semáforos instalados en Zaragoza es ciertamente desmesurado. Como digo es solo una percepción, pues mis varios intentos de conseguir información contrastada sobre Zaragoza en relación con otras ciudades similares siempre ha quedado en poca cosa. El ayuntamiento de la ciudad ofrece información pormenorizda sobre asuntos variopintos, como el censo de animales peligrosos, pero en cuestiones “semafóricas” es menos que parco.

Los defensores de los semáforos, que los hay, y muchos, entre ellos las asociaciones de vecinos o el ayuntamiento que decide si accede a ponerlos de oficio o ante una petición ciudadana, aducen que éstos mejoran la seguridad vial del peatón y son por tanto deseables desde el punto de vista del planificador social (¿así se traduce “social planner”?). Sin embargo, al razonar así se pasan por alto dos aspectoa esenciales que cualquier planificador social debería tener muy en cuenta: 1) para resolver un problema debe conocerse y atacarse su causa raíz y 2) los “castigos” impuestos a los ciudadanos deben ser para quienes realizan acciones perjudiciales para el conjunto de la sociedad y en relación directa con la acción realizada. Según este último criterio tiene sentido, por ejemplo, poner un impuesto elevado al tabaco y el alcohol, pero no cobrar un “céntimo sanitario” a los transportistas aprovechando la baja elasticidad de la demanda de carburantes con respecto a su precio.

En el caso que nos ocupa, cabe preguntarse cuál es la causa raíz principal que origina la insidiosa proliferación de semáforos en nuestra ciudad. Mi teoría–al margen de que existen intereses espurios, según oigo de fuentes más o menos malintencionadas–es que aumentar el número de semáforos es la solución cómoda y fácil a un problema de fondo: los automóviles de la ciudad no respetan a los peatones en los pasos de cebra. En muchas ciudades del centro y norte de Europa, así como en Estados Unidos, los automóviles son mucho más respetuosos con los viandantes, especialmente en los pasos de cebra. El respeto a la parte más débil es, en general, algo natural, admitido y asumido por todos. En España, y Zaragoza no es una excepción, cruzar por un paso de peatones puede ser una temeridad y el peatón tiene asumido un papel de víctima ante el automóvil. Tanto es así que no es infrecuente ver a peatones dar las gracias a los conductores que paran para cederle el paso. Es tremendamente significativo que así sea. Ante esta distorsión, el planificador social decide proteger al peatón (lo cual es loable) pero no lo hace como debería, atancando la raíz del problema, es decir, multando al automóvil que no respeta al peatón que cruza, sino que lo hace de forma errónea, en este caso abusando de los semáforos. Un semáforo, igual que un stop (el abuso del stop también da para escribir un libro), debería usarse de forma asidua pero no frecuente, cuando no hubiera otros medios para lograr el objetivo que se persigue.

Abusar de los semáforos no solo detiene a los conductores durante un porcentaje no menor de su recorrido con la consiguiente pérdida del tiempo marginal más precioso del día, sino que tiene un efecto pernicioso aún mayor: crea un círculo vicioso, porque modifica a peor el comportamiento y el estilo de conducción de los automovilistas, lo cual lleva a la implantación de nuevos semáforos. Y es que un porcentaje significativo de conductores va de luz verde en luz verde como si jugara al juego de las sillas, para evitar “caer” en el siguiente semáforo en rojo. Por eso va a demasiada velocidad, acelerando y frenando bruscamente si es preciso para pasar por los pelos el semáforo en verde o en ámbar o incluso en rojo. Este comportamiento es ciertamente peligroso, ya que aumenta el stress de los conductores en general (el stress es contagioso) y supone un mayor peligro para los peatones. ¿Cómo reacciona el planificador social? Pues poniendo aún más semáforos, lo que cierra el círculo vicioso. De seguir así, no pasará mucho tiempo hasta que los conductores comiencen a saltarse asiduamente los semáforos rojos a pesar de arriesgarse a perder puntos del carnet de conducir, como pasa en ciudades como Madrid o Barcelona. Y más tarde, en fin, veremos conductores circular sin puntos, como sucede en cierta medida en el Reino Unido.

¿Qué debería hacerse? En mi opinión la solución pasaría por medidas del siguiente tipo:

1) Sancionar a los conductores que no respetan los pasos de peatones (la inmensa mayoría de ellos según mi percepción, de nuevo admito que la evidencia en la que me baso es solo anecdótica). Cambiar esta actitud es difícil, pero no imposible. Más difícil parecía que la velocidad media en carretera bajara significativamente (era de 140km/h en autopista!) y se ha conseguido en unos pocos años.
A cambio, sería posible:
2) Eliminar un buen porcentaje de los semáforos de la ciudad, especialmente de las rotondas, las calles de un solo carril y las zonas menos transitadas.
3) Permitir siempre el giro a la derecha de los automóviles cediendo el paso (luz ámbar intermitente) aunque el semáforo para continuar de frente esté en rojo. Esto sucede actualmente solo en unos pocos cruces de la ciudad. En otros países, como Estados Unidos, este giro a derecha está permitido por defecto, aunque no haya luz ámbar intermitente.
4) Generalizar el uso de los pulsadores para peatones a, quizás, dos tercios de los cruces con semáforo actuales. En el Reino Unido esta medida está ampliamente generalizada.
5) Sincronizar algunos cruces regulados con semáforos que se diseñaron de forma “desafortunada”.

Con estas sencillas acciones la variabilidad de la velocidad de los vehículos sería claramente menor y la velocidad media mayor: Habría por consiguiente una mejoría extraordinaria en la circulación de vehículos de la ciudad, con los importantes ahorros de combustible y vehículo (incluyendo autobuses y furgonetas de reparto), tiempo, estrés, contaminación atmosférica, contaminación acústica y un no menos importante coste de oportunidad. Ciudades sin semáforos como Portishead en Holanda, Drachten en el Reino Unido y Écija en España han ido icluso más allá de esa transformación.

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One response to “Zaragoza, ciudad de semáforos

  1. José Antonio Chanca

    Resulta lamentable su artículo en un periódico de la ciudad de Zaragoza y mas lamentable aún que se queje de la falta de datos sobre los semáforos de la ciudad de Zaragoza respecto a otras ciudades. Todo ello a pesar de que yo personalmente colaboro con la entidad en la que usted trabaja en diversos proyectos y que como sus compañeras saben soy muy accesible y facilito toda la información que se me solicita. Me resulta triste que alguien que aparenta saber , hable desde el conocimiento y sin ponerse en contacto con los responsables del asunto de los semáforos.
    Estoy de acuerdo en que no se puede poner semáforos en cada paso de cebra simplemente porque no se respete y que tampoco se puede poner semáforos a ritmo de petición vecinal o por motivos políticos . Pero acusar a los técnicos municipales y políticas actuales de acutar así,no uestra un gran desconocimiento de que lo que se está hablando y una auténtica insidia. No se en que datos objetivos se basa para la crítica feroz realizada a los técnicos municipales a través de los medios de comunicación , pero me parece muy poco científico para se profesor. Mas lamentable aún resulta poner el nombre y el título y la posición para hacerle la campaña a algún político o algún sin conocer a fondo de lo que se habla.
    Por suerte para mi, sus compañeras con las que colaboro, son bastante más prudentes y responsables que usted.
    Me pongo a su disposición para informarle de los datos que dice que el Ayuntamiento no le da, que por cierto han sido publicados en numerosas ocasiones, bastaría con leer periódico y que además a poco que se investigue todo está disponible en la red.

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